Caminaba, pausadamente, observando el ir y venir de las olas al acantilado.Respiraba profundo embriagándose con la fresca brisa de la playa.
Atrás quedaban los recuerdos: las horas de la infancia, de los juegos, dichas y ternuras. Aquellos lindos días de siembra en el mar y en el cielo.
Vio como caía la tarde. Se teñía de tonos rojos, dorados y nacarados el horizonte mientras se fundía con las olas turquesas y esmeraldas.
Avanzó con determinación, hasta detener sus pasos frente a un resplandeciente portal, que como un oasis reflejaba una serena armonía, aquella que tanto anhelaba.Quiso cruzar para quedarse en el añorado lugar pero una voz lejana que mencionaba su nombre lo hizo despertar.
Fue entonces, que tomo conciencia, de que se trataba de un sueño que no era fácil de lograr, de un imposible, quizás.